miércoles, 2 de enero de 2013

Entrevistas (2)


  Entrevista para revista Otro Cielo núm. 12-abril 2011

Pablo, vamos por partes. Contame cómo descubriste la literatura (a qué edad, con qué libros, etc.), y cuando empezaste a escribir, aunque fuera sólo por hobbie.

Entré en la literatura de un modo ingenuo: tenía once años.  A esa edad decidí que quería ser escritor. Me acuerdo que en las fechas patrias nos mandaban hacer una redacción; la mitad de las veces elegían la mía y supongo que eso me motivó.
A esa edad leía historietas y los libros que me prestaban en la escuela. Y miraba las películas que daban en la televisión, y luego en el cine. También dibujaba historietas y hacía “películas” con una caja de zapatos, un par de barillitas de madera y un rollo de papel. Y escribía alguna poesía, cuentos de ciencia ficción, y una serie épica y fantástica que era una mezcla extraña con personajes que tenían nombres en latín. Había filosofía y violencia, porque por aquel entonces la serie Kun Fu, con David Carradine, me había demostrado que esa fórmula funcionaba, jajajaja.
Después vino el liceo y ahí conocí a muchos autores que me  gustaban como Bradbury, García Márquez, Cortázar, etc. Leía la revista Nueva Dimensión, y la Biblioteca Universal de Misterio y Terror que salía en los kioscos. Muchas antologías de cuentos, lo que me permitía después buscar algo más de esos autores.
En el liceo aprendí cosas interesantes, prestaba mucha atención a lo que se decía en literatura, tomaba nota mental de todo lo que me interesaba. Interioricé conceptos que mantengo hasta hoy. Años más tarde, cuando estudié periodismo y profesorado de literatura reforcé algunas de esas ideas, aunque como es lógico cuestioné otras. El surrealismo me gustó mucho, y eso también influyó.



En tu libro, próximo a salir, hay 10 cuentos. Aproximadamente cuántos relatos tenés escritos, y contame cómo fue cambiando tu forma de abordar la escritura, en temas, estilo, extensión y qué influencias te hicieron en algún momento repensar tu propia producción.

No sé cuántos relatos tengo escritos, muchos se perdieron, otros son tan viejos que no me animaría a publicarlos. Pero escribo relatos desde los once años. Quizá, con suerte,  terminando algunos inconclusos y corrigiendo otros, podría llegar a una cifra de 30 cuentos aceptables. Pero lo que pasa es que me gusta seleccionar, entonces probablemente dejaría la lista en 20. Considero que el escritor debe publicar lo mejor. Hay tipos que se creen iluminados y piensan que la humanidad debe leer sí o sí todo lo que escribieron. Hay que respetar al lector, es una idea que mantuve a lo largo de los años.
Respecto a los temas...Bueno, con la perspectiva de los años me doy cuenta que mis relatos giran en torno a una idea. Para decirlo con palabras de Breton: “La existencia está en otra parte”. Y luego, las vías de trascendencia serían: la muerte (la más obvia de todas), el sexo, el arte y la locura. Eso en términos generales.
Tengo mis ideas respecto a cómo escribir, pero es algo absolutamente personal. Pienso que cada uno debe seguir su propio camino y respetar al que hace algo diferente. Lo que funciona para una persona no necesariamente debe funcionar para otra. Hay obras geniales de diferente signo, y es bueno reconocerlas si uno tiene amplitud de criterio.
Hace un tiempo, en mi blog publiqué un artículo en el que me refería a narradores “escritores” y “artistas”. Aclaro algunas cosas: No es una separación tajante, puede darse con matices. Es solo un modelo que debe tomarse con pinzas. Segundo: no implica una diferencia de calidad entre un tipo y otro, se refiere más que nada a características y procedimientos. La escritura del artista es más visceral, arriesgada, personal. Y de repente no escribe con la misma frecuencia que lo hace el “escritor”, porque tiene que sentir la necesidad de hacerlo. Al final, por ese carácter visceral, uno descubre en el artista temas recurrentes, obsesiones; porque mientras un escritor se concentra en una novela o un cuento, el artista debe concentrarse en sí mismo; de algún modo él es su propia obra. Yo me siento más identificado con el modelo artista, y creo que eso es bastante común en mercados donde los escritores no viven de la literatura. Los que se afilian (aún sin saberlo) al modelo artista, tienen claro que la literatura no viene de la literatura, sino de la vida.  Y si  no tienen miedo de bucear en su propio inconsciente, mejor.
Eso respecto a los temas: no he notado cambios, sino al contrario, obsesiones. En lo que se refiere a estilo he mantenido una idea a lo largo de los años, aunque no siempre la concretaba con la misma habilidad, desde luego. Siempre pretendí hacer cuentos entretenidos, fluidos, y al mismo tiempo profundos y con pequeños toques de poesía en  momentos en  que lo juzgara necesario. Es una afirmación en cierto modo paradojal, porque son cosas en apariencia opuesta, y plantea la siguiente cuestión: ¿cuál es el punto de equilibrio? Considero que todos tenemos un punto de equilibrio distinto, y que eso de algún modo es lo que sirve para diferenciarnos, y por eso mismo se relaciona con el estilo. Hay cosas que siempre traté de tomar en cuenta, el orden en que las pongo no implica la importancia que les doy, y todo lo que digo no debe interesar más que como una opinión subjetiva. Estoy absolutamente en contra de “legislar” en materia de literatura. Es más, hacé de cuenta que estoy pensando en voz alta, porque seguramente olvide decir muchas cosas, pero bueno, aquí vamos...
Los relatos deben ser entretenidos. No tengo ningún derecho a mantener a un lector de reen para que después de 200 páginas él piense que la cosa comienza a ponerse interesante.
El primer lector soy yo, me desdoblo, y me pongo en la piel de los lectores. No apunto a un lector general. Escribo para los lectores que tienen gustos similares a los míos.
El estilo debe ser fluido, porque me interesa contar una historia. Los recursos poéticos no pueden ser nunca decorativos, sino funcionales. La poesía sirve para decir cosas que de otro modo no podrían decirse. Es muy útil para sugerir antes que decir, y para establecer terrenos ambiguos o nebulosos que pueden ser muy útiles para los fines que me propongo en ciertos cuentos fantásticos.
No todos los cuentos son iguales. Si escribo un cuento de aventuras, con acción, voy  a utilizar en mayor medida una escritura despojada, si en cambio quiero crear un clima determinado probablemente la narración se torne más densa y recurra a cierta poesía. En este sentido Luces del Sur y Colores Peligrosos son cuentos muy distintos, por ejemplo, pero yo siento que en ambos puse muchas cosas personales.
Prefiero los cuentos que admiten varios niveles de lectura. Me gusta la profundidad, pero hay algo que para mí es fundamental: la filosofía, el pensamiento profundo del tipo que sea, no debe estar mayoritariamente en la superficie del relato, porque lo arruinaría. En la superficie va la anécdota, la historia, que por sí sola debe ser lo suficientemente entretenida, y abajo, para los que quieren hacer una lectura más profunda, determinadas ideas o conceptos. Esto lo fui aprendiendo de a poco, cuando empecé a escribir relatos con cierto simbolismo tenía alrededor de 16 años, y obviamente era mucho más obvio, menos sutil que ahora.
Tengo un amigo que una vez, en una entrevista que le hice, me dijo que después de escribir varios libros había decidido dedicarse a la pintura. Decía que en la pintura podía encontrar la belleza, ya que la literatura no le permitía eso porque no podía desprenderla de lo humano. Es una afirmación personal, y nadie puede decir que esté bien o mal, pero, en lo que a mí respecta, yo creo que en la literatura puede encontrarse la belleza. Y me encanta la posibilidad de hacerlo. Esto nos podría arrastrar hacia un debate relativo a lo que es la belleza...Pero no pretendo llegar tan lejos. Solo puedo remitirme a determinadas imágenes o momentos que el lector puede encontrar en mis cuentos. En mi caso se relaciona mucho con lo visual.
Respecto a la extensión... mis cuentos se están haciendo más largos. Tal vez eso me lleve a escribir una novela, o más probablemente novelas cortas, no lo sé con seguridad ahora.
Pienso en la literatura como en un arte, mucho más que un oficio.

Me gustaría que habláramos puntualmente de la génesis de los cuentos que aparecieron en Otro Cielo. Que me cuentes, en la medida de lo posible y de lo que recuerdes, cómo surgieron las ideas y cómo fuiste desarrollando: La venganza de los niños,  Los festejos del fin del mundo y Luces del sur.

 La venganza de los niños la escribí en el 2000, en diciembre, cerca de navidad, así que probablemente el argumento me llegó entero, y además difícilmente podría ser de otra manera porque tiene apenas una página de extensión. Pero es un relato que me dio muchas satisfacciones. Es un enano abridor de puertas. Lo utilizo para llamar la atención de los editores de revistas. Como es bien corto sé que lo van a leer, y luego si les gusta puedo enviarles otros relatos. Hasta ahora ha cumplido muy bien su función.
Los Festejos del Fin del Mundo lo escribí en 1996. Su génesis fue mucho más complicada...Un día, de 1996, cuando tenía 26 años, abro el baúl que mi padre me hizo cuando yo era niño (es enorme, cabe un muerto y tiene detalles muy buenos), y saco unas hojas de cuaderno escritas con lapicera. Eran fragmentos de un cuento que nunca llegué a concluir. Tomo las partes que me sirven, descarto las otras, junto eso con otros fragmentos más recientes y, en ese momento, se me ocurre una historia que no tenía nada que ver con la original. De pronto me maravillo de que cosas que aparentemente no tienen nada que ver comiencen a fundirse en una misma historia. Es un caos organizado, y el resultado es sorprendentemente fresco y poderoso. No era la primera vez que juntaba fragmentos dispersos, pero nunca, hasta ese momento, me había convencido tanto el resultado. Fue el primer cuento que publiqué fuera de mi país. Salió dos veces en Argentina, una en Francia y dos en Italia. Creo que lo que me inspiró ese argumento fue la lectura de El mito del Eterno Retorno, de Mircea Eliade, que había leído por aquel entonces. El sentido que las comunidades primitivas le daban a las orgías que se realizaban a fin de año, y como la orgía representaba un llamamiento al caos, para que a partir de ese caos el mundo se regenerara, y el tiempo siguiera su ciclo. Bueno, eso lo llevé, no a una celebración de fin de año, ni de estación, etc, sino del fin del mundo. Esa es una explicación, pero no toda. Ahora me doy cuenta que no podría haber escrito Los Festejos del Fin del Mundo si antes-mucho antes- cuando tenía 16 0 17 años, no hubiese escrito un relato que se llamaba: El poder de los Espejos. Era un caos organizado, con una lógica onírica, todo calculado al detalle, pero demencial...un reloj onírico si me permitís la expresión. Y recuerdo que era muy consciente de eso...la primera prueba es que le puse por título El poder de los espejos; con eso no aludía al argumento, sino a la estructura. La segunda prueba es que poco después de ese relato empecé a escribir un mini ensayo que titulé El modelo Red. Ahí exponía las claves de la escritura de ese cuento, que eran estructurales. Yo no sabía nada de nada, era un pibe que nunca había leído un texto de crítica, pero escribía sin miedo porque nadie me había enseñado a temerle a la literatura, esa es la verdad. Y por eso también podía animarme a teorizar sobre literatura, aun cuando me faltaba bastante para aprender  los trucos del oficio y del arte. En ese mini ensayo establecía que un elemento que aparecía al principio debía aparecer después, porque ahí el lector sentía que cerraba algo, me estaba refiriendo a la construcción de la trama, lo que en el análisis estructural del relato se llama funciones, solo que yo lo llevaba al terreno de lo fantástico-onírico y exponía así la forma de organizar algo aparentemente caótico, por la vía de crear una lógica interna. Y también exponía que el centro del cuento debía ser el tema, y que todas las cosas que aparecieran en el cuento debían ser como flechitas que apuntaran a ese centro. Ese relato era un ejemplo extremo, porque me había propuesto que prácticamente todos los elementos(sustantivos) que aparecían en un momento debían reaparecer. El resultado era demencial en lo argumental y conducía a soluciones de toque surrealista u onírico, pero como a nivel estructural funcionaba muy bien, esa aparente locura quedaba encauzada en un relato complejo. Ahora recuerdo que esa premisa inicial de la que hablaba terminó influyendo también en el estilo de ese cuento. Sí, cerca del final, cuando el protagonista está a punto de chocar su auto y morir, y en lugar del freno pisa el acelerador, pensé que tenía que hacer algo que transmitiera esa aceleración. Y entonces empecé a agregar frases compuestas únicamente de un artículo y un sustantivo, por ejemplo: “El padre. El miedo. La bruja. El ciego. El miedo. La perdiz. La Bruja. El perro. El padre...”etc.  Todo punto y seguido. Pensaba en espejos, en imágenes de un videoclip. Eran todas las cosas que estaban en la mente del conductor del vehículo, y que ya venían siendo mencionadas.
Ya en aquella época había tomado la costumbre de construir historias con elementos simbólicos, esto, con más o menos frecuencia, lo mantuve hasta el día de hoy. De hecho, antes de El poder de los espejos ya había escrito otros relatos de corte onírico y simbólico. Con los años, todo eso habría de repercutir en la creación de un concepto que denominé: “Cabalgar la locura”. Básicamente se refiere a la creación de cuentos fantásticos arriesgados, oníricos, etc., pero que no se agoten en lo meramente experimental, sino que además funcionen como cuentos.
Bueno, respecto a Luces del Sur...es un cuento que a mucha gente le puede resultar muy violento, y con razón. Si alguien leyera solo este cuento mío se llevaría una opinión no del todo exacta, porque he escrito cosas muy distintas, y algunas con cierta dosis de ternura inclusive. Lo que sí une a este cuento con otros es la idea del sexo como vía de trascendencia. Ese concepto aparece en varios cuentos. Desde el punto de vista estilístico intenté un acercamiento poético. Sería facilísimo hacer un cuento de un humor chabacano y pornografía con un argumento así, por eso tuve en claro desde el comienzo que, más allá de las cosas que pasaran, el estilo iba a ser muy cuidado.
No quiero adelantar más porque estaría revelando aspectos argumentales del cuento, pero, si después de leerlo alguien está interesado en su génesis, pueden ver el siguiente artículo que escribí en mi blog: http://pablodobrinin.blogspot.com/2010/02/sexo-bizarro.html
Ahí me refiero en detalle a Luces del Sur, y otros cuentos como Los Festejos del Fin del Mundo y Blue.

Se puede decir que, a esta altura, tu mayor influencia sos vos mismo. Creo que esa madurez artística, en cualquier disciplina, sucede mucho después del momento en que el escritor o artista cree. ¿Cuándo recordás vos haber identificado que habías dado ese salto, que más allá de tus influencias y tus lecturas, Pablo Dobrinin escribía con una voz personal y diferente?

Probablemente por la época que escribí Los Festejos del Fin del Mundo. Si bien venía haciendo cosas personales desde diez años antes que eso, creo que el primer ejemplo aceptable es precisamente Los Festejos... Porque a los 16 yo escribía cosas que no se parecían en nada a lo que leía. Fijate que el surrealismo lo descubrí cuando tenía veintipico. Al día de hoy pienso que no debo publicar esos cuentos que escribí en la adolescencia, porque están muy lejos de la calidad que me impongo. De todos modos fueron cosas importantes para mí, no para otras personas, sino para mí.

Contame un poco de tu investigación sobre Piria. ¿Pensás escribir algún tipo de libro, ensayo o lo que sea con el material que juntaste en algún momento?

Escribí esa investigación en el marco de una serie de ensayos sobre ciencia ficción uruguaya, que se publicó en Axxón. Pueden verlo aquí: http://axxon.com.ar/rev/164/c-164ensayo1.htm
Todavía no tengo nada decidido, si hay alguna propuesta lo veré. Lo que pasa es que cada vez estoy más lejos de los ensayos y más concentrado en escribir relatos. Como la mayoría, yo no vivo de la literatura y el tiempo que tengo para escribir es muy limitado, y si tengo que elegir prefiero crear relatos. Eso es lo que me da más felicidad.

¿Sos de leer también más cuento, o novela? ¿Cuántas veces intentaste con la novela, aún si fueron intentos fallidos?

Un par de veces, y no me convencieron los resultados. Leo más cuento, desde luego.

¿Es más difícil para el escritor perfeccionista abandonarse a los altibajos lógicos de la extensión novelística?

Candal, usted además de todo lo que hace debería ser psicólogo, jaja, entiende muy bien a la gente. Hay algo de eso, sí. Otro tema es que al escribir lo primero que me impongo es no aburrirme, porque si no es muy difícil que el lector no se aburra. Y cuanto más largo es un texto más posibilidades hay de que yo me aburra o de que la gente lo largue antes de terminarlo. Ultimamente estoy sintiendo que la novela corta (o el cuento largo) es una forma que a mí-en lo personal- me resulta atractiva. Porque no me aburre, y me permite  desarrollar  una trama elaborada. Pero convengamos en que, con cualquier extensión, es posible hacer desde algo malo hasta algo genial.

Si bien no hay novelas perfectas, muchos dicen que sí hay cuentos perfectos. ¿Vos encontrás algunos en la literatura en general?
He visto muchos cuentos perfectos, desde el punto de vista estilístico, que me resultan aburridos, olvidables. Y sin embargo, más allá de los cuentos, la literatura general está llena de obras geniales que no son perfectas, como el Quijote, La Divina Comedia, Los Cantos de Maldoror, etc., etc. Pero, bueno, me parece excelente el ritmo en un cuento como El ahogado más hermoso del mundo, de García Marquez, o podemos admirar la perfección de una joyita como Continuidad de los parques, de Cortázar. Pero hay tantas cosas que me gustan-y que le gustan a mucha gente- y que sin embargo están lejos de la perfección... La perfección puede servir para ganar un concurso, pero es la magia creadora la que perdura durante generaciones.

¿Cómo es verte traducido a otros idiomas? ¿Pudiste tener algún feedback de la gente que te leyó en otros países?
El feedback más común es el de las publicaciones online. Por eso no sé mucho, pero desde una página italiana me comentaron que mis cuentos habían gustado, incluso yo mismo vi que alguien había puesto Luces del Sur en una lista de cuentos favoritos. Sin embargo no sé nada de las publicaciones impresas, ni francesas ni italianas. Es la paradoja de las publicaciones online: todos los escritores quieren publicar en papel, pero son las publicaciones digitales las que llegan a más lectores. Pero a mí lo que me preocupa es escribir de un modo que yo quede conforme, el tema de publicar viene después. Además no me condiciono por las publicaciones; primero escribo lo que me gusta y después busco una revista en la que pueda encajar, nunca al revés. Creo que es lo más honesto, para nosotros mismos y para los lectores.

A Cortázar (y muchos otros) le decían que la literatura fantástica es escapismo puro. Sin embargo yo creo que la literatura que rompe las reglas del realismo y el costumbrismo es la única realmente capaz de denotar elementos de realidad, aumentados por el prisma de la metáfora. ¿ Cómo lo ves vos, y en particular en tu obra?
Sí, de acuerdo. Toda mi obra es una exploración de realidades. Interiores y exteriores.

¿Sos consciente al escribir de que muchos cuentos generan diferentes niveles de lectura, es algo que buscás, o se va dando solo y recién tiempo después te das cuenta, cuando te lo  dicen, o en lecturas muy posteriores?
En general soy bastante consciente. Mi preocupación pasa más por el lado de no ser obvio en determinados momentos. Digamos que el relato te llega inmediatamente, pero después, si te ponés a analizarlo, encontrás simbolos y conceptos que están por debajo. A esta altura lo tengo integrado al proceso creativo. Es más, a veces me ha pasado que estoy escribiendo un cuento y me doy cuenta de que no me gusta...o no me entusiasma lo suficiente, y el motivo suele ser la falta de densidad; algo demasiado lineal. Supongo que también tiene que ver con un modo de pensar. Intento llegar a los símbolos de un modo intuitivo, y después, recién después, si me funcionan a ese nivel, es posible que tome un diccionario de símbolos y vea en qué medida me estoy acercando a una tradición interpretativa. Esto me ha pasado muchísima veces, y no es casualidad, porque precisamente, una de las características del símbolo es que es motivado, es decir, no es arbitrario, hay una conexión entre lo representado y la imagen que construimos para representarlo. Entonces está bueno abandonarse al inconsciente y encontrar ahí las imágenes y respuestas. El hecho de acercarnos de un modo tan natural a esa tradición de interpretación, a los mitos, a los arquetipos, a los símbolos, etc., es ya algo muy gratificante. Uno siente que se conecta con cosas a las que pertenece.

Contanos que es el pulp, para los que no saben, y qué buscaste hacer en los dos cuentos de tu libro que toman esta especie de género. ¿Es más fácil o más difícil meterse con lo bizarro y sus límites tan flexibles?

El pulp se refiere a relatos que se comenzaron a publicar a partir sobre todo de la segunda década del siglo XX en Estados Unidos. Pulp viene de “pulpa”, porque eran revistas que se imprimían en papel barato o “pulpa de papel”. Apuntaban a un público masivo y se centraban en aventuras de distintos géneros como ciencia ficción, terror, románticas, policiales, etc. Muchos autores consagrados se iniciaron en ellas.
Cuando decimos pulp, para referirnos a un relato escrito hoy en día, en realidad- y en eso estamos todos de acuerdo- es que tiene un “estilo pulp”. A algunos autores les gusta escribir sátiras de los pulp, pero a mí eso no me motiva. Me parece mucho más interesante intentar hacer un pulp: una aventura bien contada, y punto. Algo entretenido para los lectores, y para mí mismo, yo me divierto mucho con eso. Hay algo ingenuo en esas aventuras, una ingenuidad buscada desde luego, que a mí me motiva. Para mí, escribir ese tipo de aventuras implica conectarme con ciertas zonas más puras, donde la ingenuidad es algo natural y lejos de estar mal vista es lo que le da un sabor especial. Desde otro punto de vista escribir estilo pulp me impone, como escritor, una disciplina. Porque el pulp para mí es transparente, no te podés esconder atrás de un estilo, tenés que contar una historia, y ser entretenido. Y son los lectores los que van a decir me gusta o no me gusta. Más allá de eso, los dos relatos estilo pulp que aparecen en mi libro: El regreso del Capitán Rayo y Colores Peligrosos (que da título) tienen, a pesar del tono ligero, un contenido. En el primero hay una evocación de la infancia y los héroes; y en el segundo una reflexión sobre el Arte, e incluso sobre la violencia y  las conductas humanas a la hora de alinearse a determinados grupos. Pero lo fundamental es que lo hago porque me divierto. Sé perfectamente que ese tipo de relatos difícilmente obtenga por parte de los críticos la misma consideración que otros relatos míos, pero no me importa. Los hago porque en cierto sentido sigo siendo un niño y me gusta jugar. Para mí la Literatura se relaciona con muchas cosas, pero la primera es la felicidad.

Tenés un cuento en el que aparece un gato que es tomado por una suerte de Mesías de las artes plásticas. ¿Cómo hace un autor (sin revelar demasiado los giros argumentales) para saber qué cosas son válidas explosiones de la imaginación y en qué momento se fue totalmente de tema y quedó un pastiche?

A veces puedo parecer medio demencial, je. Pero yo no lo siento así. Primero porque tengo atrás una tradición que arranca con los mitos, las leyendas, los cuentos “maravillosos” o “infantiles”, etc, y que después sigue con cosas muy raras como pueden ser los relatos con ciertos toques surealistas, etc. Más cerca podemos pensar en Levrero o Felisberto Hernández. De modo que desde esa perspectiva no me siento desamparado. Y la otra razón importante es que construyo una lógica interna para el relato. Siempre dejo una llave para el lector, y con eso incluso puedo resultar más accesible que estos autores que te nombré.

En tus cuentos aparece mucho la referencia al artista plástico, al músico, al creador. Notoriamente, no he leído, que recuerde ahora, cuentos tuyos en los que el protagonista sea un novelista, por ejemplo. En tu libro tenés hasta un cineasta. ¿Qué te atrae tanto de la pintura y la música para que sean elementos recurrentes en tu trabajo?

Básicamente porque el arte es una vía de trascendencia.
Y hay más cuentos, que no salen en Colores peligrosos, sobre esos tópicos. En España publiqué en un antología preparada por Domingo Santos un cuento titulado La Isla, que se refiere a un pintor. En Argentina en la revista Próxima salió hace poco un relato largo sobre un pintor, que se llama “La visión del Paraiso”. Ahora mismo estoy corrigiendo un par de relatos: uno sobre un músico, y otro sobre un pintor expresionista. Más allá de lo lúdico, el arte es una forma de conocer. Nos conecta con nosotros mismos, y, en un sentido religioso, puede llegar a conectarnos con la divinidad. Si no fuera por el hecho de que habría quedado un libro demasiado costoso, podríamos haber incluído estos cuentos. Desde el punto de vista temático no habrían hecho otra cosa que reforzar el título de la obra: Colores Peligrosos. A lo mejor en diez o quince años, jaja.

¿Hay un cuento con el que sueñes (no me refiero a un argumento necesariamente, puede ser una forma, un clima, algo que no hayas sabido poner en palabras aún en tu ficción) que sientas que aún no has podido alcanzar?

Si, he soñado muchas veces con escenarios que se repiten. Lugares que nunca vi, pero a los que vuelvo. Y por lo general lo hago volando, extendiendo los brazos, sin alas, sin ninguna máquina, etc. He visto o estado en montes, alguna ciudad...pero lo mejor fue cuando vi un lugar maravilloso que parecía como una serie de templos en una montaña o una meseta. Un lugar precioso, con edificios de reminiscencias griegas o romanas.  Los templos o edificios que vi en esa meseta eran en un paraje grande, espacioso y lo gracioso es que en el sueño yo estaba absolutamente convencido de que era real y que tenía que llevar a mis amigos ahí, porque tenían que ver aquello. Una vez estaba en un parque genial y yo pensaba: “Cuando Paula y Luis vengan a Montevideo los voy a traer acá. ¡Les va a encantar! Otra vez estuve en un templo que era anaranjado y muy brillante, con ese color transparente y luminoso que solo pueden tener los sueños. En algunos sueños he visto colores maravillosos. Una vez un par de mujeres, muy estilizadas, vestidas con túnicas estampadas. Y también vi unas cortinas estampadas, que me hacían acordar a Klimt, pero tenían una cualidad que las hacía mejores. Lo interesante de algunos sueños es que uno tiene la sensación de comprender cosas de un modo distinto a como lo hace en la vida diaria. Uno se siente parte de lo que observa, y esa percepción lo cambia todo.
Una vez soñé con un cuadro, una pintura de girasoles, pero no se parecía en nada a Van Gogh, porque era una cosa más geométrica, más cercana a lo abstracto, y tenía mucho rojo, y una luz y una vida impresionante. Bastaba verlo para enamorarse de ese cuadro. Y entonces cuando me desperté me dije que había sido muy extraño, porque a mi me gustaban las pinturas realistas. Pero a partir de ahí comencé a tener una visión distinta del arte. Y ese cambio de postura-esa ampliación de la visión, mejor dicho- aparece en uno de mis últimos relatos: Colores Peligrosos, precisamente el que da título al libro.

¿Por qué no la poesía? ¿Sos de leer poesía?

Sí, bastante. Me gusta mucho Breton, Maiakovski, Eluard, Desnos, Aragón, Leiris, Ginsberg, etc. Escribí poesía en una época, o en varias. Cosas con muchas imágenes, raras,  o bien más transparentes pero depresivas. Ahora no tengo ganas de escribir poesía, porque en mi caso me conecta con zonas tristes o melancólicas de mi personalidad.

Tenés seguidores por la cantidad increíble e inmensa de revistas, sitios y antologías en las que te han publicado. ¿Cómo se lleva la presión de toda esa gente que estaba esperando la aparición de un libro tuyo?
Jaaaja, Candal, usted me va a ser sonrojar, jaja. En realidad lo único que puedo decir- y quiero aprovechar esta oportunidad para hacerlo- es que estoy inifinitamente agradecido a todas las personas que me apoyaron y me dieron una oportunidad. Editores, traductores, críticos, escritores y lectores. Estoy muy agradecido. La gente que siempre me apoyó creo que ahora también lo va a hacer porque de última ya saben más o menos de qué va la cosa. Lo que me interesa ahora es llegar a gente que no leyó los cuentos de las revistas y las antologías pero que sí puede encontrarse con el libro. Me gustaría que me den la posibilidad de presentarles este libro de cuentos que implica una selección de muchos años de trabajo.

Por último, ¿cuáles son tus planes literarios una vez que “Colores Peligrosos” esté publicado y a la venta y haya que pensar en lo siguiente? ¿Qué podemos esperar de Pablo Dobrinin en este 2011 y más allá?

En principio terminar algunos relatos inconclusos y seguramente empezar otros. Y también una novela o novela corta, pero si  después el resultado no me convence del todo no voy a intentar publicarla. Por eso no me gusta disponer esto o aquello, porque aunque desde el punto de vista técnico escriba una obra correcta puede pasar que no me guste. Porque como dije antes, para mí la literatura es mucho más que un oficio, es un arte.

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