Cuentos fantásticos de Pablo Dobrinin
Imaginación y vértigo
Un raro
entre los raros que se consolida
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Felipe Correa
Juan de
Marsilio07 jul 2017
Hay una
cosa que los lectores uruguayos casi no leen. "¡Literatura
uruguaya!", podría exclamar alguno, no sin razón. Con más especificidad,
lo que se lee muy poco es la narrativa fantástica y de ciencia ficción. Y es
una pena, porque tiene varios exponentes de gran calidad, la continuación
actual de esa tradición uruguaya de narradores "raros" que ya
señalara Ángel Rama.
Uno de
ellos es Pablo Dobrinin (Montevideo, 1970), más conocido en el extranjero que
en Uruguay. Ésta colección de cuentos fantásticos, con un detalle de ciencia
ficción en el que cierra el volumen ("Un jardín en Nueva Kybartai")
es el segundo libro. Del primero, Colores primarios, también de relatos
(Buenos Aires, 2012, Editorial Reina Negra) escribió Elvio E. Gandolfo, crítico
muy versado sobre ciencia ficción y fantasía, que es "…uno de los
primeros libros más sólidos aparecidos en los últimos años en el Río de la
Plata."
Estas
seis narraciones ofrecen variados atractivos. En "El bosque que crece por
las noches", relato que abre el volumen, Dobrinin explora el tema del
hombre maduro que se enamora de una joven, a pesar e incluso precisamente por
su carácter. El detalle fantástico es el bosque aludido en el título. La
entrada de la pareja al bosque está manejada con admirable suspenso. En este
cuento el autor introduce un elemento que será clave en cuatro de estos seis
relatos: el sexo.
En estos
textos la sensualidad puede vincularse con la violencia, incluso extrema, y esa
violencia puede tomar una dimensión de sacrificio, como ocurre en el cuento
inicial en el que los amantes de algún modo se inmolan, uno en aras del otro.
En relatos como "La sonrisa del ángel", "La visión del
paraíso" o "El mar aéreo", la relación entre sacrificador y
sacrificado es asimétrica y entraña una fuerte dosis de crueldad y egoísmo, sin
perder un ápice de su sensualidad, que llega a lo fascinante. Puede haber,
también, encuentros más inocentes, en el mejor y menos ingenuo sentido del
término, como el que el protagonista de "La sonrisa del ángel" logra
consumar con su amada.
Pero el
mayor talento de Dobrinin es la imaginación, capaz de enhebrar a ritmo de vértigo
paisajes, personajes y situaciones inesperables. Los mejores ejemplos de este
aspecto son "Algunas cosas que vi en el desierto" y "La sonrisa
del ángel". En el primero hay un perro metálico que acompaña a un bufón
enano. En el segundo hay un descenso a lo que podría llamarse los infiernos,
donde una descomunal serpiente va recibiendo bellas mujeres desnudas, cuyas
mitades superiores se va tragando de un bocado… para dejar vivas a las
inferiores que siguen desplazándose, cumpliendo tareas e incluso pueden ponerse
de lo más violentas. Esta idea de ingerir a la hembra poseída aparece también
en "La visión de paraíso", pero sin intención humorística.
En
"Un jardín en Nueva Kybartai" el detalle de ciencia ficción es apenas
ambiental: el cuento transcurre en Ganímedes, el satélite más grande de Júpiter
—y de todo el Sistema Solar— que ha sido colonizado por los
hombres. Pero el tema del cuento es metafísico: el vacío que nos deja la muerte
del ser amado, en parte consolado —solo en parte— por la insegura
esperanza de que la muerte pueda ser el pasaje a un ámbito de vida superior.
EL MAR
AÉREO, de Pablo Dobrinin. Fin de Siglo, 2016. Montevideo, 226 págs. Distribuye
Gussi.