La revista argentina Próxima, en su número 17 correspondiente a marzo de
2013, publicó mi relato El Bosque que crece por las noches. La ilustración de tapa es de Roz, las ilustraciones del cuento son de Fraga.
domingo, 14 de abril de 2013
sábado, 13 de abril de 2013
Reseña
A
corazón abierto
Editorial Yaugurú ha editado dos libros breves que tienen por tema
al corazón: “El corazón discurre” de Gabriel Weiss y “Bitácora del corazón roto”
de “caf.-”. La edición evidencia el buen
gusto que el Maca le aporta al diseño y ambos cuentan con estupendas portadas, aunque,
a juzgar por la escasa exhibición que esta editorial tiene en la mayoría de las
librerías, los libreros consideran que lo más bonito son los lomos. Pero
vayamos a los textos…
Corazón
de poeta
El corazón discurre,
Gabriel Weiss, 62 páginas, ilustración de tapa: Luis Eduardo Aute, prólogo de
Washington Benavides, Yaugurú, Montevideo, 2011.
Gabriel Weiss (Montevideo,
1961) es profesor de literatura, este es su primer libro.
El poemario parte del concepto
que la tradición clásica le daba al corazón. En el canto I de La Ilíada de
Homero, leemos: “Tal dijo. Acongojóse el Pelida y dentro del velludo pecho, su
corazón discurrió dos cosas…”. El corazón discurre, es decir que piensa, es la
sede de la inteligencia, por eso el dibujo de Aute muestra un corazón en el
lugar donde debería estar el cerebro. El corazón, de acuerdo con René Guénon,
también simboliza el centro del ser. El centro representa la eternidad, es el
“motor inmóvil” en torno al cual se desarrolla el tiempo. Precisamente, en el
libro de Weiss, el mundo gira en torno al corazón del poeta. Y desde esa
eternidad que propone el discurrir del corazón, el pasado, el presente y el futuro
se viven desde el ahora. El corazón siempre “es”.
El libro, vívido como
los resplandores de una tormenta, está formado por versos libres que empiezan de
la siguiente manera: “Mi corazón es…”, a lo que sigue una enumeración: “…Nerón
contemplando/Roma envuelta en llamas/ es la estepa soviética/ y es Odín soplando
furiosas pesadillas/es la voz de Lou Reed cantando/Romeo y Julieta en la calle
Austria”. Este esquema se repite a lo largo de todo el libro. El uso del
gerundio y del verbo “ser” hacen sentir el impacto actual de todas las acciones.
Si como creemos, la obra de una artista lleva implícita una visión del
universo, hay que admitir que estamos frente a un ejemplo extremo. De algún
modo, el libro plantea la realización máxima que puede concebir un poeta: que ese
universo pase por su obra. La historia, la mitología, los recuerdos personales,
y las raíces familiares se resuelven en una experiencia totalizadora que devuelve
al individuo el sentimiento de pertenencia a lo único e indivisible: “camino
abajo camino arriba/mi corazón es siempre uno y el mismo”. La unicidad se
advierte también en unos versos explícitos como: “Mi corazón”… “es una grieta
por donde/se filtran los días por venir/es un pozo donde emiten/sus últimos
destellos/ los días que pasaron”.
A veces hay una
correspondencia entre el sentir del alma y el discurrir del corazón. (Mi
corazón)… “es una lámpara de aceite/ que alumbra débilmente mi alma”; “Mientras
tanto mi alma se sacude/como una camisa colgada de un alambre”. Es de agradecer
que los versos no sean simples enumeraciones, ya que, como vemos, se ponen en juego
variados recursos poéticos; metáforas, imágenes, comparaciones,
personificaciones, etc., que nos deparan bellas sorpresas. “Mi corazón”, señala
el poeta de un modo elegante, “es un jazmín que ha florecido/mientras marzo se
extingue/ como el fuego en un bosque”.
Corazón
herido
Bitácora del corazón
roto, “caf.-”, 6º páginas, ilustración de tapa: Alfonso Lourido, Yaugurú,
Montevideo, 2012.
“Caf.-” (Montevideo, 1975) es el pseudónimo de Christian
Arán; en el 2007 publicó su primera novela: 14 mAh. “Bitácora…” es su segundo
libro.
Aquí el sentido del
corazón tiene que ver con el que le otorgamos habitualmente; remite a lo
afectivo. El relato es no lineal y está estructurado en pequeños capítulos que
se leen como microrrelatos y que a veces, con ligeras variaciones, se repiten a
los largo del libro. El orden de las partes es intercambiable, y uno puede abrir
el libro en cualquier página, porque lo que importa es la huella que esos textos
pueden dejar en nosotros. Es una obra que navega entre el humor negro, el
absurdo, una cuota de surrealismo controlado y la alegoría. Hay personajes que
se repiten, con historias que se alternan: un hombre que se pasea con los
pedacitos de su corazón en el bolsillo, un hada que se complace en destruir el
corazón de un querubín, un falso mesías que en el escenario de un teatro
sostiene en alto su corazón sangrante, un capitán de barco y su tripulación, un
masoquista que genera encuentros lujuriosos, y hasta un escritor. Todos los
personajes podrían ser el mismo, los límites son difusos. La estructura es
espiralada y ofrece muchas posibilidades creativas. Lo que subyace a todas
estas historias, es una ciudad en la que los colores están prohibidos. Así, la
obra de “caf.-” funciona como una metáfora del dolor (representado por el
corazón”) al que un individuo se expone en una ciudad gris que intenta
anularlo. En ese mundo gris “la vida va en círculos”. Seguramente el lector se
sienta tentado de asociarlo con su propia ciudad. Es sintomático que en este
medio el promotor del placer sea precisamente “el masoquista”. El texto está
escrito con corrección y avanza a golpes de ingenio.
Libros
infinitos
Hay obras que se
presentan como piezas de relojería; cada parte es insustituible y está en el
lugar exacto. Otras en cambio se parecen más a sistemas abiertos. Los dos
libros de Yaugurú, convenientemente breves, pertenecen a este último tipo:
podrían acortarse e incluso prolongarse indefinidamente. Ambos, de algún modo,
se sitúan más allá del tiempo y sugieren posibilidades infinitas. El propio
Weiss contaba en una entrevista que había trabajado en su libro durante años,
pero el mismo día de llevarlo a la imprenta no pudo resistir la tentación de
agregar unos versos.
Pablo Dobrinin
(publicado
en La Diaria el 4/4/2013)
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